A todos nos interesa ganar premios. Hemos estado platicando del propósito del hombre y cómo fue creado para tener éxito en todo. Un deseo muy fuerte en el hombre es el de alcanzar el éxito y llevarse el premio. Y es natural y justo tener ese deseo porque así nos creó el Señor.
Vamos a empezar esta serie hablando de la vida eterna. ¿En que piensas cuando oyes las palabras "vida eterna"? La mayoría da la gente siempre piensa en vivir sin fin, el cielo, o la vida después de ésta. Y tienen razón porque lo es. Pero "vida eterna" significa mucho más que una cantidad de vida. "Vida eterna" significa calidad de vida. De esto hemos tratado en las ediciones anteriores. Una calidad de vida. Un nivel de vida mucho más allá del nivel que nos ofrece este mundo. Jesús dijo, "Yo he venido al mundo para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia" (Juan 10:10). Claro que sí significa la vida sin fin pero también una calidad de vida en que siempre hay victoria y triunfo.
Vimos como el pecado nos roba de la vida abundante que Dios tiene para nosotros pero también vimos cómo Jesucristo lo destruyó para todo aquel que quiere entrar en esa calidad de vida. El nos da la vida eterna gratuitamente, como un regalo.
Desgraciadamente, la tradición y la religión nos han enseñado que esta calidad de vida, esta vida abundante, la vida eterna, sólo se alcanza o empieza (1) después de la muerte y (2) a cambio de haber vivido una vida "buena". ¡Lejos de la verdad! Si fuera la verdad, entonces Jesús estaba mintiendo cuando dijo, "Les aseguro que quien presta atención a lo que yo digo y crea en el que me envió, tiene vida eterna; y no será condenado, pues ya ha pasado de la muerte a la vida" (Juan 5:24). Nos han dicho que uno puede ganarse la vida eterna por hacer buenas obras pero según la Biblia, no es cierto. Dios dice claramente en Efesios 2:8,9, "Pues por la bondad de Dios han recibido ustedes la salvación por medio de la fe. No es esto algo que ustedes mismos hayan conseguido, sino que les ha sido dado por Dios. No es el resultado de las buenas obras, de modo que nadie pueda jactarse da nada."
Una fuente que echa agua salada o amarga ni se pueda limpiar por cuanta agua que eche. Y las aguas pueden verse cristalinas y muy bonitas pero son incapaces de producir vida. Hay que cambiar la fuente. Eso es precisamente lo que hace Jesús en nosotros al salvarnos.
Gratuitamente, él cambia la fuente de agua salada que está dentro de nosotros para que echemos agua dulce. Esa agua siempre produce vida. "El que beba del agua que yo la daré, nunca volverá a tener sed. Porque el agua que yo la daré brotará en él como un manantial de vida eterna" (Juan 4:14).
La vida eterna es un regalo. Lo que hagas con ella determina los premios que recibirás al terminar esta vida. En el rodeo, el vaquero tiene que pagar su cuota de inscripción para poder competir en el rodeo antes que gane algún premio. Sin pagar, no pueda competir. Aun si de alguna manera logra competir, queda descalificado por no haberse inscrito y todo su esfuerzo no sirve para nada. Pudo haber hecho la mejor monta o el tiempo más rápido pero de nada sirve si entró al rodeo da la forma incorrecta. Hay que pagar la cuota de inscripción.
Así es con las cosas espirituales. Hay muchos que están tratando de ganar los premios celestiales pero no han entrado de la forma correcta al reino. Jesús dijo, "Te aseguro que el que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios" (Juan 3:5).
Para poder competir por los premios que Dios nos ha preparado, hay que pagar la cuota de inscripción. Uno tiene que inscribirse de la forma correcta para poder competir y esa forma es haber nacido de nuevo. Pero ninguna cantidad de oro o plata es suficiente para pagarla. No hay esfuerzo humano suficiente para realizarlo. Tu cuota de inscripción ya fue pagada cuando Jesucristo murió en la cruz y resucitó. La pagó con su propia sangre. Depende de ti aceptar que tu cuota de inscripción sea pagada por medio de lo que Jesucristo ya ha hecho. Entonces tendrá valor todo tu esfuerzo en esta arena de la vida porque Cristo mismo va a ser la fuente en ti echando agua dulce que produce vida.
Hay que repetir y enfatizarlo, la vida eterna no es una recompensa, sino un regalo, y lo que hagas con ella determina los premios que recibirás al terminar esta vida. Hay personas que hacen buenas obras para ganarse la vida eterna. Pero los creyentes de Jesucristo ya han recibido como un regalo la vida eterna, y esa misma vida no solamente está produciendo buenas obras en ellos sino también llevándolos en un constante desfile da victoria y triunfo. "Pues es Dios quien nos ha hecho; él nos ha creado en Cristo Jesús para que hagamos buenas obras, según él lo había dispuesto de antemano" (Efesios 2:10).
En la siguiente edición veremos más acerca de los premios que vienen como recompensa por haber permitido fluir la vida eterna a través de nosotros.