El Nuevo Nacimiento

Cuando Dios creó al hombre, lo creó a su propia imagen. Le dio potestad y dominio sobre todo animal en el mar, el cielo y la tierra. Le dio autoridad para reinar. El hombre era la corona de toda la creación de Dios. Era todo el propósito para la creación de Dios. No había nada más grande ni más importante que el hombre, excepto Dios a cuya imagen había sido creado. Y no había nada ni nadie más cerca al corazón de Dios.

El hombre era el deleite y el orgullo de Dios. Dios lo puso en el paraíso y cada tarde Dios y el hombre paseaban allí, quizás platicando de la grandeza de la creación de Dios o del trabajo que el hombre llevaba a cabo, o quizás, me imagino, simplemente disfrutando cada uno la compañía del otro y conociéndose.

El hombre estaba seguro en su posición. Era hijo de Dios y el rey de toda la creación. Vivía en el paraíso. Tenía suplidas todas sus necesidades. Podemos decir que sin excepción alguna, tenía éxito. Entonces, ¿por qué no vemos actualmente al hombre así? ¿Dónde está la grandeza y el esplendor y el éxito del hombre? ¿Por qué muchos de nosotros nos sentimos tan fracasados e insatisfechos?

Pues, porque luego vino el diablo y le engañó, haciéndole pensar que el hombre pudiera ser aun más de lo que era, o que hubiera habido aun más sobre lo cual reinar. Y aceptando el pensamiento, desobedeció la orden de su Padre Dios y cayó. Literalmente se murió. Primero espiritualmente perdió su dominio y potestad, perdió su autoridad y su reino, y sobre todo, perdió su amistad y su convivencia rica y dadora de vida con su Padre Dios, siendo corrido del paraíso. Y luego se murió físicamente.

El hombre en vez de reinar, llegó a ser el súbdito más bajo de un rey malísimo. En vez de tener autoridad, era esclavo. En vez de dominar, ¡fue dominado! El hombre era un fracaso. Pero Dios no se olvidó de su hombre ¡de ninguna manera! Al contrario, aún antes de empezar la creación él había preparado la solución para remediar este problema: se llamaba Jesús, el Cordero de Dios. él había de venir después a quitarle al diablo lo que había robado por engaño y a restaurarle al hombre a su posición anterior. Eso es lo que Jesús hizo en la cruz. Nos restauró nuestro dominio y potestad. Nos devolvió la autoridad y el reino. Y más que nada, nos reconcilió con Dios y ahora podemos disfrutar de nuevo con él la convivencia íntima y el compañerismo.

¿Y cómo pueda uno apropiarse de todo esto? Es muy fácil, más sin embargo se requiera un compromiso, o una entrega total. El hombre, por su desobediencia, se murió espiritualmente y todos nosotros nos morimos con él. Había una deuda que pagar por consecuencia de la desobediencia, y esa deuda era la muerte. Pero Jesús vino y se murió en nuestro lugar. Luego resucitó de la muerte habiendo pagado la deuda en nuestra contra.

Si estamos muertos espiritualmente tenemos que volver a vivir. La manera de empezar a vivir naturalmente es a través de un nacimiento. Es igual en el espíritu. Por eso Jesús dice, "Te aseguro que el que no nace de nuevo, no pueda ver el reino de Dios" (Juan 3:3). Ahí está la necesidad. Uno tiene que nacer de nuevo para tener una vida espiritual en el reino de Dios. Pero ¿Cómo? "A quienes lo recibieron y creyeron en él, les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios. Y son hijos de Dios, no por la naturaleza ni los deseos humanos, sino porque Dios los ha engendrado" (Juan 1:12,13). Respuesta: simplemente por recibir a Jesús y creer en él.

Tú puedes nacer de nuevo, nacer de Dios mismo, por medio de aceptar personalmente su perdón y su amistad. él quiere hacer cambalacha contigo: Tu vida corrompida y fracasada por su vida gloriosa y de éxito. Pero has de saber desde antes que no es cosa fácil seguir a Jesús. Hay un costo: tienes que dejar atrás toda tu vieja manera de vivir. "El que quiera salvar su vida, la perderá..." (Mateo 16:25). También hay persecuciones. Si persiguieron a Jesús, ¿cómo no van a perseguir a sus seguidores? Si hablaban mal de él, ¿cómo van a hablar mal de ellos? Si lo entregaron a la muerte, pues ya han entregado a muchos a la muerte y van a continuar haciéndolo. No, no es fácil seguir a Jesús. Para sus seguidores les esperan aflicciones, persecuciones, murmuraciones, rechazos, hambres, angustias y aún la muerte. Pero a este vaquero siempre le ha gustado un buen reto, un desafío. Era uno de los motivos al empezar a montar toros. Pero seguir a Jesús de todo corazón, haciendo lo que a él le agrada, es el reto más grande que se puede encontrar. Tiene su costo pero también tiene su recompensa ¡de la más grande! "...Pero el que pierda la vida por causa mía, la encontrará." "Yo doy riquezas y honra, grandes honores y prosperidad" (Proverbios 8:18). "Y todos los que por causa mía hayan dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos, o terrenos, recibirán cien veces, y también recibirán la vida eterna" (Mateo 19:29).

Tienes que dejar atrás tu vieja manera de vivir a cambio por la nueva que él te va a entregar. Lo que te está ofreciendo es amistad con él. Lo que exige de ti es que pongas en práctica los principios que te quiera enseñar. Si estás de acuerdo y deseas aceptar el reto, dile algo así:

"Jesús, yo quiero aceptar el reto. Sé que no va a ser fácil pero confío que estás conmigo. Te doy mi vida en cambio de la tuya y acepto tu perdón en cambio de todos mis errores. Enséñame tus preceptos y ayúdame a ponerlos en práctica. Gracias."

Jesús vino para reconciliarte con Dios y restaurarte al lugar que el hombre ocupaba con Dios antes de la caída. Ahora en Cristo puedes empezar a reinar y a actuar con autoridad aquí en este mundo. Ahora puedes tener dominio y éxito en todo lo que emprendas, sea en la arena del rodeo, del trabajo o estudios, o de tu matrimonio o familia. Ya estás viendo como en Cristo somos... ¡MÁS QUE VENCEDORES!