El Hombre De Adentro (Parte 1)

Una de las claves para tu éxito dentro de la arena de rodeo se trata de cómo te ves desde adentro. Si no te pareces un campeón desde adentro, jamás lo vas a parecer hacia afuera. Vas a actuar y llegar a los niveles de desempeño de acuerdo a la imagen que traes adentro. Si te tienes por poco, poco es lo que lograrás en esta vida. Si te estimas un campeón, tarde o temprano lo llegarás a ser. Tienes que verte dominando y montando el toro o el caballo en tu mente antes que lo hagas en realidad. Tienes que lazar el novillo o becerro, sabiendo que nada se puede escapar tu soga. Lo que pasa con la mayoría de los jinetes es que se ven tumbados desde antes que pongan su equipo en el animal, o los lazadores que tiran un lazo con una plegaria rezada al cielo que pesquen algo.

Quiero que veamos un par de ejemplos de la Biblia en cuanto a cómo afecta la auto-imagen la que uno tiene de sí mismo. El primero se encuentra en el libro de éxodo y se trata del pueblo de Israel. Los Israelitas vivieron más de 400 años como esclavos bajo el dominio del faraón en la tierra de Egipto. A ellos les tocaba hacer la mezcla para ser usada en la fabricación de ladrillos. Estaban oprimidos, maltratados y cautivos. (Para nosotros, esto representa nuestra esclavitud al pecado.) Dios llegó y, por medio de grandes señales y milagros, los sacó de allí. Hay que decir que su propósito no era simplemente librarles de la opresión y la esclavitud, poniéndolos por libres, sino llevarles y meterles en la tierra que había preparado para ellos, un lugar de rica abundancia y prosperidad. (Y esto para nosotros representa la vida eterna y el cumplimiento de todas las promesas de Dios para con nosotros.)

Así que, para hacer esto, Dios encaminó su pueblo a través del desierto a la tierra de Canaán. No obstante, hubo un pequeño problema. Mas bien, era un problemón según los Israelitas pero no era nada para Dios. Al llegar a la tierra prometida, los Israelitas enviaron doce espías para reconocerla y vieron que la tierra que habían de heredarse estaba llena de gigantes y ciudades amuralladas. Diez de ellos dieron malas noticias: "La tierra está bien padre pero hay gigantes y viven en ciudades amuralladas. Y nos parecimos langostas frente a ellos, y así nos vieron ellos." ¡Ellos tenían la opinión de sí mismos que no eran más que saltamontes! Sin embargo, dos de los doce dijeron, "Sí, sí es cierto que hay gigantes. Pero si Dios está con nosotros, somos más que capaces para tomarla. ¡Vamos!" Pues, los diez hombres convencieron a todos los demás. Se llenaron de miedo y no quisieron pelear para tomar posesión de su herencia. ¡Perdieron todo! ¿Por qué? Porque actuaron conforme a la imagen u opinión propia que traían adentro. Se creían inferiores e incapaces de ganar la batalla, y así perdieron aún antes de empezar.

Otro ejemplo se trata de un pastorcito de unos 17 años. Su nombre era David. Un día el ejército de Israel estaba frente el ejercito de sus enemigos, los Filisteos. Entre los Filisteos estaba un gigante llamado Goliat. Día tras día Goliat se presentaba para desafiar al ejército Israelita. Quería que un Israelita saliera a pelear contra él y el ejército del ganador recibiría el otro ejército como sus esclavos. Ninguno de los Israelitas quería salir a pelear contra el gigante. ¿Por qué? Porque se veían inferiores al gigante. Pero un día, mientras Goliat estaba retando al pueblo de Israel, llegó David. Quería saber quién era el bocón incircunciso que desafiaba al ejercito de Dios. Se molestó por las injurias arrojadas por el pagano y dijo, "Cuando un león o un oso vino a robar un borreguito del rebaño de mi padre, yo lo seguí y cuando volvió para pelear conmigo, le di en la cabeza con mis propias manos, quitándole el borrego y entonces lo maté. Y así haré con este Filisteo incircunciso que ha insultado el ejercito de Dios." David salió al campo con cinco piedras y su honda para enfrentar al gigante. Con una piedra lo tumbó y con la propia espada del gigante lo mató.

Ganó una gran batalla ese día un joven de 17 años. ¿Por qué? Porque sabía que Dios estaba con él y nada le era imposible. Traía adentro la imagen de que era un campeón, un matagigantes. Al contrario, vimos cómo otros perdieron el valor, la esperanza, y aún hasta su propia herencia porque no creían que eran capaces.

¿Cómo es la imagen que traes adentro de ti? ¿Te pareces a ti mismo un campeón, un matagigantes? O ¿te ves el perdedor de cada batalla? En la siguiente edición, vamos a ver qué es el fundamento seguro para que tengas una buena opinión de ti mismo. Vamos a ver de dónde viene la imagen propia de un verdadero ganador. La voluntad de Dios es que te veas a ti mismo como él te ve, como ¡Más Que Vencedor!