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Supongan Que, A Fin De Cuentas, Sí Es La VerdadTres vaqueros acababan de salir de un rodeo e iban en camino al siguiente rodeo. La conversación se volvió en torno de cómo el Señor se estaba moviendo entre todos los vaqueros. Dos de ellos empezaron a dudar la realidad de ello. Por fin decidieron que la "religión" no era más que un sostén y que algunos simplemente necesitaban algo en qué apoyarse. Platicaron por un par de horas tratando de decidir si de veras había un cielo y un infierno. Por fin decidieron que tiene que haber un Dios, pero que un Dios bondadoso y amoroso de ninguna manera mandaría a un hombre al infierno. Estaban de acuerdo con que los dos habían hecho algunas cosas bien malas las cuales esperaban que Dios pasaría por alto. El tercer vaquero, un nuevo Cristiano, por último habló. "Supongan que, a fin de cuentas, sí es la verdad que Dios tenga que castigar el pecado, y que Jesucristo tomó ese castigo por nosotros. Supongan que la Biblia tenga la razón al decir que todos los que se mueren sin Jesucristo van a un infierno eterno y los que se mueren con él, van al cielo." "Así que, Dios lo ha hecho muy fácil para nosotros, ha hecho el Camino. Todo lo que tenemos que hacer es aceptar lo que ya hizo." "¿Cómo haces eso - cómo aceptas lo que Dios ya ha hecho?" preguntó tímidamente uno de los otros dos. Su corazón le decía que su amigo Cristiano hablaba la verdad. Sonrió el vaquero Cristiano y dijo, "Es sencillo. Simplemente admites que Jesús tiene la razón al decir, 'Yo soy el camino, la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí' (Juan 14:6). Admites que eres un pecador, pues él dice, 'que todos han pecado y están destituidos de la gloria de Dios' (Romanos 3:23). Ves que Jesús tomó nuestro pecado voluntariamente sobre sí mismo al morir en la cruz para que llegáramos a ser hijos de Dios a través de él. 'Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuéramos hechos justicia de Dios en él' (II Corintios 5:21)." El nuevo Cristiano se detuvo y miró a sus dos amigos quienes le escuchaban vivazmente. "Si gustan, puedo guiarles en una oración la cual cambiará toda su vida. Es una oración para presentarles al Señor Jesucristo. La oración es para recibir su regalo de la vida eterna." El vaquero que estaba manejando la camioneta frenó y se hizo a un lado del camino. Se quitó el sombrero e inclinó el rostro. "Estoy listo." "Yo también," dijo el otro y se quitó su sombrero. "Síganme en oración," les instruyó su amigo Cristiano: "Señor Jesús, te invito a entrar a mi corazón y mi vida. Gracias por morir por mí. Perdona mis pecados y sé mi Salvador y Señor. Gracias por darme una vida nueva en ti." |
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